La aceptación de la fidelidad ha variado mucho a lo largo de las épocas. Aunque en la actualidad las sociedades occidentales parecen aceptarla, no ocurre lo mismo si cambiamos de cultura, sociedad o sexo.
Tradiciones antiguas:
En el antiguo Egipto, las mujeres infieles eran condenadas a morir ahogadas, pero podían ser indultadas por su marido; éste también tenía el derecho de matar al amante. Según las leyes asirias, el marido podía escoger: matar inmediatamente a los culpables, pedir a un juez que los mutilara, o perdonarlos. Los hebreos castigaban a la mujer adúltera, sola o con su amante, mediante la lapidación. En caso de los griegos, en ciertas ciudades, el marido podía matar a los culpables o pedir una compensación económica.
En Atenas, el marido no tenía la obligación de ser fiel; sólo la mujer estaba reprimida. No se enfrentaba a la muerte, pero corría el riesgo de que su marido la repudiara y que la sociedad la marginara. En Roma, el castigo dependía del marido; la mujer podía ser condenada a muerte.
La fidelidad en la moral judío-cristiana:
Entre los Diez Mandamientos rezados por Moisés, el sexto estipula: “No cometerás adulterio”. Con el cristianismo, el discurso se precisó un poco; Jesús dijo: “Aquél que codicie a una mujer sólo con la mirada, ya ha cometido adulterio con su corazón”. Fíjate que, según esta moral, el adulterio del marido es del mismo modo reprensible que en el caso de la mujer. Aunque, en realidad, las cosas no siempre eran así.
Infidelidad frente al integrismo religioso:
En la película “Yol”, el cineasta turco Yilmaz Güney relata el repudio de una esposa infiel que es abandonada en la montaña, bajo la nieve. En Irán, bajo el dominio de Khomeyni, los culpables de adulterio estaban sentenciados a muerte por lapidación. En Afganistán, después de que los talibanes tomaran el poder, cualquier descubrimiento público de una parte del cuerpo de una mujer es sinónimo de infidelidad y sentencia de muerte…
La poligamia:
En Singapur, en 1985, el Primer Ministro fomentó la poligamia con el objetivo de aumentar el número de nacimientos. En algunos países de África, la poligamia es, a la misma vez, un signo exterior de riqueza y un símbolo de poder sexual. En materia matrimonial, el Islam permite que el hombre tenga hasta cuatro esposas y un número ilimitado de concubinas. Pero, al igual que en las sociedades judío-cristinas, las sociedades musulmanas son muy rigurosas respecto a la infidelidad conyugal de la mujer.
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